Psicóloga y Educadora Social
La evaluación diagnóstica nos permite obtener información sobre el menor para la toma de decisiones y de acciones encaminadas a solucionar los problemas que se hayan identificado.
Los objetivos principales del proceso de evaluación psicológica son (American Adademy of Child and Adolescent Psychiatry, 1997, p.5S):
1) Desterminar si existe algún trastorno y cuál es
2) Evaluar si ese problema requiere tratamiento
3) Concretar cuál sería la mejor forma de intervención para solucionarlo
Variables imprescindibles en la evaluación diagnóstica de los niños
1. Momento de desarrollo
La evaluación diagnóstica debe ser sensible al período evolutivo en el que se encuentre el niño.
Los mimos problemas o trastornos no se presentan igual en los niños y en los adultos, ni en los niños y en los adolescentes.
El no lograr los puntos cruciales de desarrollo en el momento adecuado ya será suficiente para determinar que hay un problema. Este es el caso de aquellas habilidades que no se adquieren a la edad esperada (normativa), como controlar esfínteres, hablar, separarse de los padres, comer o dormir solo...
2. Cognición
De los 2 a los 7 años el niño se encuentra en el estadio preoperacional del desarrollo cognitivo. En este período puede pensar simbológicamente, pero el pensamiento se centra en solo un aspecto del problema y se piensa en contenido específico y concreto.
De los 7 a los 11 años (período de operaciones concretas) aparece el razonamiento lógico, que se aplica a los objetos reales o que se pueden ver, ya que pueden:
El lenguaje va cobrando paulatinamente más importancia que el contexto.
Todo ello aconseja que por debajo de los 12 años las preguntas que se formulen en la evaluación deben ser muy concretas, referidas a un solo concepto y deben estar muy situadas en el contexto.
3. Lenguaje
A los 4 años y medio el niño ya ha desarrollado el lenguaje comprensivo y expresivo y dispone de las habilidades necesarias para poder comunicarse adecuadamente. No obstante, siempre es necesario adaptar el lenguaje del clínico al del niño (también al de sus padres u otros informadores). Adaptar no significa hablarle de forma infantil, sino utilizar una fonología, vocabulario y sintaxis apropiadas, pero que se puedan comprender.
Las preguntas que empiezan por Cuándo, Cómo, Cuál y Por qué son más complicadas que las que se inician con Qué, Quién y Dónde.
Proporcionar referentes es siempre de gran ayuda, especialmente antes de los 10 años, porque la capacidad para responder preguntas que contienen temporalidad es muy limitada.
Siempre que sea posible es mejor utilizar:
Hay que evitar:
Las multillas, las preguntas que inducen la respuesta y las preguntas negativas son malas. La pregunta “Tú no has fumado nunca ¿verdad? ejemplifica las tres cosas.
Hay que tener en cuenta la pragmática que varía en los distintos grupos culturales.
4) Memoria y atención
Para entender el problema que es necesario conocer no sólo su manifestación actual, sino también sus antecedentes.
A medida que el niño se hace mayor recuerda mejor y, a los 10 años, la capacidad para recordar acontecimientos pasados es comparable a la del adulto. También influye en cómo se recuerdan las cosas:
Este último factor, la comprensión de la tarea y de la situación, también influye en la atención. Los niños tienen una gran capacidad de persistencia en aquellas tareas que les interesan. Por eso, una buena explicación inicial del proceso a seguir y la motivación y reforzamiento continuado durante el mismo, facilitan la memoria y la atención del niño.
5) Conceptos temporales (Sattler, 1998)
a) Entre los 3 años y medio a los 5, hay bastante dificultad para entender el tiempo. Principalmente el tiempo se mide por las rutinas o acontecimientos especiales que se realizan (la hora de ir a dormir en vez de “noche”).
b) Entre los 6 y los 8 años se realizan grandes logros:
En esta edad ya se puede dar información sobre “cuánto duran” las cosas.
c) Los 8-9 años marcan la comprensión de la sucesión temporal (orden) y duración (cuánto tiempo ha pasado entre dos acontecimientos).
d) Entre los 9 y 11 años se entienden las fechas, los años, se estima la edad de los adultos y se tiene una ligera noción de acontecimientos históricos.
e) A partir de los 12 se puede informar con más precisión sobre la duración de un síntoma con respeto a otros
f) Hacia los 14 años se entiende el concepto de futuro.
6) Concepto se sí mismo
De los 9 meses a 3 años el yo se describe basándose en la identificación visual y descripción física de sí mismo.
De los 4 a 6 años, también en la apariencia física, en las conductas y en actividades que se realizan.
De los 4 a los 11 años se es capaz de identificar las propias características psicológicas y de diferenciar entre los aspectos físicos y mentales de uno.
Entre los 12 y los 16 años el concepto de sí mismo ya incluye descripciones más abstractas, basadas en constructos psicológicos, características disposicionales, creencias, valores.
Así pues, a partir de los 8 años un niño tiene una clara idea de los diferentes componentes de su yo y, por tanto, se le puede preguntar sobre la percepción que tiene de ello con garantías de obtener una información significativa y relevante sobre diferentes experiencias y situaciones.
7) Cognición social (Hughes y Baker, 1990)
Los niños por debajo de los ocho años hacen descripciones de los demás principalmente en términos globales y autorreferenciales.
Los 7 y 8 años marcan la aparición de una importante habilidad cognitivo-social:
La capacidad de reflexionar sobre lo que otros piensan de uno mismo.
Esto le permite responder a preguntas sobre lo que otras personas piensan de él.
Entre los 8 y 11 años se incluirán términos más precisos y abstractos para describir a los otros, pero, sus representaciones todavía no consisten en una percepción coordinada. Es en la adolescencia cuando el sujeto es capaz de integrar los distintos rasgos de una persona, incluso en el caso de ser contradictorios.
8) Comprensión de emociones
Con la edad mejora la capacidad para identificar emociones.
Los niños de 3 a 5 años son capaces de identificar la tristeza, el enfado y la felicidad.
La emoción que primero se reconoce y expresa es la felicidad. Esta emoción se identifica hacia los 3 años y se expresa hacia los 5 años.
A los 8 años se ha adquirido con bastante destreza la capacidad para expresar verbalmente enfadado y el miedo. Es a esta edad cuando se producen los cambios más importantes en la comprensión de las emociones. A partir de entonces el niño:
A los 11 años, entiende que se pueden experimentar sentimientos positivos y negativos sobre la misma persona al mismo tiempo y es capaz de expresar emociones opuestas (p.ej., tranquilo pero enfadado)
9) Sinceridad
la diferencia entre la verdad y la mentira la reconoce entre los 3-4 años. A estas edades se puede mentir deliberadamente para evitar el castigo o una consecuencia negativa, pero hacia los 5 años, la mayoría reconoce que no está bien mentir.
Para los niños mentir es una tarea difícil ya que les cuesta esconder sus emociones. Mentir es más la excepción que la regla, ya que sólo un 5% de los niños de todas las edades mienten a menudo.
Al inicio de la evaluación se le indica al niño que es mejor que diga que no quiere hablar sobre un tema a que mienta sobre él.
10)El niño no es el que pide el tratamiento
Normalmente son los padres los que piden acudir al psicólogo y en algunas ocasiones los maestros.
Es muy importante dejar claro al niño tanto las razones por las que ha acudido a la consulta como el papel que jugará el psicólogo, ya que su colaboración dependerá en gran medida de cómo entienda estas circunstancias.
El niño debe poder comprender la situación; los mayores le tienen que dar una explicación para que pueda entender lo que pasa. Lo ideal es preparar al niño para la entrevista con algunos días de antelación, informándole verazmente, de acuerdo con su edad, y contestando todas las preguntas que formule.
señala con respecto al consentimiento informado que, si el menor es incapaz de comprender el alcance de la intervención, el consentimiento lo prestarán sus padres, pero se le oirá siempre que haya cumplido los 12 años.
11)Evaluar a un niño implica evaluar a tres personas
Aunque el problema resida en el niño, será necesario evaluar elementos importantes del entorno, como pueden ser la disciplina que emplean los padres, sus estilos de educar, o el grado de satisfacción en su relación de pareja, por ejemplo. Estos aspectos pueden estar incidiendo en la situación y pueden actuar como factores predisponentes, precipitantes o mantenedores del problema.
12) Negociar la confidencialidad
Para los niños confesar que violan o han violado las normas sociales como peleas, pequeños robos, mentiras, ser víctima de abuso sexual por parte del progenitor... suelen ser motivo de vergüenza, culpa o miedo, sobre todo si el niño sabe que la violación de una norma va acompañada de castigo.
El psicólogo debe dar a conocer al niño las normas de comunicación que se seguirán durante las sesiones. En esta lista de normas la confidencialidad es importante, el niño tiene que saber que la confidencialidad sólo se romperá si se dedujera que alguien puede estar en un peligro importante (por ejemplo, en caso de cualquier tipo de abuso). En esta situación el psicólogo tendrá la obligación de actuar. En cualquier otro caso, debe haber compromiso de guardar reserva sobre lo que el niño diga.
Al finalizar la sesión se le preguntará al niño qué le parece la información que se piensa compartir con los padres.
El psicólogo debe encontrar la forma adecuada de solucionar los problemas y, a la vez, respetar sus compromisos.
Referencia bibliográfica
Comeche, M. I., & Vallejo, M. (2012). Manual de Terapia de conducta en la infancia. Madrid: Dykinson-Psicología.